El bueno, el malo y el sirio

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Ginebra II acaba sin un solo acuerdo. Las partes volverán a reunirse (teóricamente) el próximo 10 de febrero y probablemente para nada. Con el presidente sirio amarrado al sillón de mando y aliados y opositores poco dispuestos a ceder el futuro del país se presenta más negro que el petróleo que todo lo mueve.

No es que Siria tenga demasiado petróleo pues apenas almacena el 0,4 de las reservas mundiales, una cantidad irrisoria que, de echo le obliga a importar parte del crudo de otros países. Pero en este conflicto internacional Siria parece haber quedado relegada a un rol a través del cual se desarrollan las tramas más significativas.

Por un lado, los aliados. Rusia e Irán principalmente, ambos grandes productores de petróleo y desde siempre del bando de Al Assad. Por otro lado, los enemigos. Estados Unidos, Reino Unido y Arabia Saudí pueden ser los más nombrados por los medios pero tampoco hay que olvidar a otros como Qatar o Turquía. Por último, las relaciones entre ellos.

Algunos de estos actores están más que interesados en que el conflicto sirio termine en buenos términos  lo antes posible. Por ejemplo, Rusia reforzaría su renovada imagen conciliadora mientras que Estados Unidos dejaría de sentir la presión internacional y podría centrarse en su cada vez más acuciantes problemas internos. Tampoco hay que olvidar que Irán y Turquía quieren elevar su intercambio comercial a 30 mil millones de dólares, que son muchos dólares como para estar en bandos opuestos, incluso si es por la familia Al Assad.

Sin embargo, no se puede estar a buenas con Dios y con el Diablo y mientras las relaciones del país liderado por Rouhani con Turquía pasan por un momento dulce, las que se refieren a su vecino Arabia Saudí son algo más complicadas. Arabia Saudí es el segundo país con mayores reservas de petróleo lo que le convierte, para empezar, en un fuerte competidor de Irán.

Por si esto fuero poco los dos países compiten ahora también a través de sus respectivos programas nucleares y es que, si Arabia Saudí se ha caracterizado siempre por su lucha contra las armas nucleares iraníes, ahora parece que ha llegado a un acuerdo para invertir en proyectos relativos a este tipo de armamento con Pakistán.

Vista la situación parece que la solución más sencilla pasaría por la dimisión de Al Assad y por el nombramiento de un nuevo líder de coalición que fuese capaz de mantener el equilibrio entre las diferentes mareas internas y externas del país. Sin embargo y a falta de un candidato claro que quiera soportar la responsabilidad de esta improbable utopía, Siria continúa en medio de este culebrón de oriente medio con un arsenal químico que se resiste a desaparecer tanto o más que su presidente y una creciente tensión internacional. Grandes potencias se juegan mucho en la resolución de este conflicto o en la falta de ella y nadie está dispuesto a perder su trozo de pastel.

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